Testimonio de cambio personalAlberto Conti

El comienzo de un nuevo ciclo y mi cambio personal

La historia de mi transformación personal

 

Durante el tiempo en que regrese a mi país natal me sucedieron varios episodios inesperados y marcantes que terminaron llevandome a una crisis existencial y que posteriormente me llevó a una búsqueda intensa de Dios. Es que después de tantos años haciendo siempre lo mismo, al llegar a mis 40 años me urgía la necesidad por un cambio personal y de una reinvención total de mi vida.

Todos estos años habían sido cruciales para mi vida. Desde el año 2003, el año en que regresamos a la Argentina que venia sufriendo de una gran ansiedad al tratar de entender qué era lo que Dios estaba intentando enseñarme en mi vida.

Hoy lamento de verdad por haberme preocupado tanto y por haberme puesto tan impaciente. Ahora entiendo que estaba entrando en un ciclo impuesto por Dios. Ese ciclo de aprendizaje intensivo y en donde a través del quebrantamiento necesitaba adquirir madurez, un proceso del cual nadie puede evitar.

darse cuenta que hay que cambiar
Es el proceso educativo de Dios. Ese fue un tiempo de quietud y de silencio en que me tocó oir el silbo apacible de Dios, algo del cual me resistí tanto y de una manera ignorante,

Fue un tiempo en que Dios me cerró todas las puertas para emprender ningún tipo de proyectos, ni ministerial ni laboral ni siquiera personal. Fue un tiempo tan difícil para mi, sabes porqué? Porque siempre fui un adicto a la mucha actividad, al mucho ruido, a una agenda apretada, a la agitación y …a las palmaditas en la espalda. Si, debo reconocerlo con mucha vergüenza.

Fue un tiempo de sentarme en el banco de suplentes y abstenerme de ser titular en el campo de juego. Una época de desencanto total. Una época de
veras, muy difícil, un tiempo interminable de preparación, un doloroso tiempo de transición para estar calificado para entrar en el próximo nivel prometido por Dios para mi vida.

En ese tiempo sin gloria, transité por la tierra en donde las cosas no suceden, en donde no hay actividad, ni hay nada que contar, no hay testimonios, es una época de silencio y de desierto. Me costó demasiado superar ese periodo porque siempre fui un protagonista y un hombre de acción, nunca me gustó ser un espectador.

Siempre fui el primero entre mis colegas de ministerio, el primero en salir a evangelizar y ganar almas para Cristo, fui un pionero y punta de lanza para abrir nuevos lugares para el reino de Dios, Siempre fui un pionero y un entusiasta en todo lo que hacia. Adonde nadie se atrevía a ir allí estaba yo primero, antes que los demás. Admito que era muy presumido. Siempre creía saber muy bien adonde iba y lo que tenia que hacer.

Me destaque también en el área de Marketing y de ventas de productos y artículos cristianos, todos me conocían por ser muy productivo, habilidoso y eficiente como comunicador

Todas las actividades relacionadas con mi ministerio las desarrollaba con mucho carisma y entusiasmo. Llegué a ser un discipulador activo, fuí maestro de niños, fuí músico de alabanza, fuí un buen samaritano como pocos dando de comer al hambriento y a los mas pequeños, fuí un divulgador y comunicador del Evangelio, siempre demostré entusiasmo y pasión en lo que hacía, habiendo participado en todo tipo de actividad evangelística, desde actuar en teatro, en grupos musicales, en show de títeres infantiles, y hasta llegar a disfrazarme de payaso por si era necesario para ganar un alma para Cristo.

Mucha demanda de actividad, mucho sacrificio, mucho ruido, mucho trabajo. Llegué a enorgullecerme de lo abnegado que era. Era casi un megahéroe a mis propios ojos! Pero lo que más me costaba aceptar, era que mi vida no estaba en orden. Mis prioridades de vida eran un perfecto desorden.

Mis relaciones con los demás eran superficiales, temporales, y mis resultados reflejaban muy pocos frutos duraderos. Me había acostumbrado a justificarme diciendo que estaba muy ocupado por causa de una vida de servicio en la obra de Dios. No me daba cuenta de cuánto necesitaba del toque del Maestro en mi vida personal, cuanto necesitaba ser moldeado y lapidado por las manos del Alfarero.

Necesitaba ser quebrantado, pasar por humillaciones, y pasar por la penosa experiencia de soledad y sentirme el último de la fila, antes de ser algún día bendecido en algún ministerio importante.

Pude entender lentamente lo que Dios estaba pidiendo de mi. A través de la meditación, de la voz en profecía y de mi tiempo personal de búsqueda de su Presencia, pude entender claramente que todo lo que estaba haciendo en el pasado y que a mi parecer eran grandes logros y triunfos, esos supuestos “trofeos ”no eran nada relevantes ni mucho menos era lo que Dios me había pedido que hiciera. Eran solo… “mis proyectos”! (Me cuesta decirlo!) Proyectos que desafortunadamente no estaban respaldados por El ni estaban en Sus Planes

Una de las más duras verdades amorosas del Señor para mi fue la siguiente: “Hijo, todo eso fue muy lindo y lo acepto como tu Padre que soy, pero la verdad es que jamás Yo te pedí que hicieras todo esto para mi y que te sacrificaras tanto.”

Fue uno de los momentos más difíciles de mi vida. Enfrentarme con la dura realidad de la verdad. Estaba muy confundido! Entre en una crisis de fe. No sabía a quien recurrir ni qué debía hacer. Me sentí como el Rey Saúl. Me di cuenta un poco tarde que estaba intentando agradar a Dios con mis obras, y no por mi amor por Él

Continúa…

Por Alberto A. Conti – Extraído del Libro Megaheroes

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